Galardonada con premios tan prestigiosos como el de la Crítica y el Nacional de Literatura, «opera prima» de un escritor desconocido hasta ese momento, la novela «Juegos de la edad tardía», publicada en 1989, sorprendió y maravilló por su madurez, originalidad y genialidad.
Desde su mismo título, la novela invita al lector a «jugar», sumiéndolo en un universo laberíntico, por la abundancia de datos y un argumento exuberante con bifurcaciones imprevistas, riqueza y variedad de personajes y anécdotas, en un caudaloso fluir.
La novela lleva engastada en su seno una farsa metafórica que presenta una versión truculenta y engañosa de la creación y de la recepción de un relato.
A la vez, levanta un edificio verbal polifónico, abigarrado y babélico.
De ese juego surge una escritura única, original: a partir de un legado variopinto, «Juegos de la edad tardía» parece brotar como un fruto híbrido hecho de múltiples voces entrecruzadas entre las cuales domina otra voz, la suya propia.